Si bien ya en mis épocas de secundaria había empezado a meter el hocico en la política (un poco lavado porque el rector Hector Riveiro confeso admirador de la dictadura del 76, su falcon verde y algunos docentes represores de ideas de esa escuela así no me lo permitían) la decisión de empezar a participar activamente surgió poco antes de que te fueras. Y cómo cambiaron las cosas, como cambiaron! En ese momento de desesperación muchos estaban en la vorágine del “hay que cuidar a Cristina porque si no esto se va todo a la mierda”, “tenemos que hacer algo”. ¿Pero que hacemos? No sé, salgamos a la calle por lo menos. Vayamos a despedir al tipo que pateó el tablero y empezó a darle bola a los problemas de la gente.
Por suerte
muchísimos de ese primer aluvión que llegó después de que partiste, nos hemos
quedado. Paradojas de la vida, del destino. Y no voy a entrar en debate
filosófico de si existe el destino o cada uno es capaz de moldearlo de acuerdo
a lo que le toque, porque “la vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que
te va a tocar” dijo alguna vez la mamá de Forrest Gump.
Pero sí.
Vos elegiste tu destino. Vos elegiste entregarte por completo a tu pueblo, a tu
tierra, a tu bandera. Fiel a tus convicciones, sin claudicar. Intentando cerrar
los números con todos adentro. Haciendo política, enseñándonos en cada momento,
mostrando que la política es la única herramienta para la transformación para
el cambio: porque cambio es el nombre del futuro.
No podíamos
quedarnos de brazos cruzados. Llegó la hora para muchos de involucrarnos a
fondo. De embarrarnos hasta el cuello, de hacer carne los problemas del otro,
de no quedarnos mirando timoratos ante las injusticias. Gracias Flaco, gracias
por enseñarnos el camino. Gracias por abrirnos los ojos. Gracias por cambiarnos
la vida. Pasaron 4 años, no lo puedo creer. Mi vida y la de otros tantos
compañeros que hoy nos encontramos militando por este proyecto político ha
cambiado por completo. Pegó un timonazo de 180 o incluso 360º. Elegimos
participar, elegimos militar. Y esa elección, ese cambio… es irreversible.
Te extraño
mucho, como si fueras esa persona inmensamente cercana que, quizas no lo fuiste
porque solo te vi una vez mano a mano y el resto fueron de lejos. Pero como que
no! Claro que sí. No se puede ser indiferente hacia una persona así. A una
persona que nos enseñó que el amor es más que el odio, que hay que poner la
otra mejilla, que nos enseñó a que se puede construir un país mejor.
Gracias
flaco, sos eterno.