Por Martín Ciraolo
El reloj detiene sus agujas, el
tiempo se congeló. El aire no corre, de
pronto, todo es quietud. La respiración se contiene y el pecho se cierra, no se
entiende demasiado. Y claro, no es para menos.
“¿Por qué tiene que pasar esto?”
pensé y dije en voz alta, o grité, ya no lo recuerdo. Al borde del llanto por
segunda vez, me tomé la cabeza y volví a mascullar entre lágrimas: “¿Por qué
nos tiene que pasar esto?”
Eso, ¿por qué por segunda vez? La
primera se dio tan solo 8 minutos antes: el “gordo” –como yo le digo, aunque él
no lo sepa- Carboni, tras una guapeada de Adriancito Scifo la mandó al fondo de
la red dejando a Tauber sin posibilidades. Treinta y nueve, casi cuarenta minutos,
ya estaba. Chaca tenía que hacer dos goles, encima le echaban a Zaldivia. Se
empañaban los vidrios, los sentidos se sensibilizaban al máximo y los cuatro
años que llevábamos en la b metro por fin se iban a terminar.
Pero la historia de Chicago así
lo marca: si no se sufre no vale. Y así a los 43 empató Tellas y otras vez se
nos llenó el culo de preguntas. Sí, disculpen el improperio. Para ser más fino,
un nudo profundo se interpuso entre la garganta y el corazón. Los minutos… qué
digo minutos, ¡los segundos no pasaban más! “Vigliano terminalo por el amor de
Dios!”
El recorrido fue muy largo. Mario
Finarolli armó el plantel y a la fecha diez se tuvo que ir. Mario Francescini,
gloria del club agarró el equipo y se hizo cargo. De estar dos puntos afuera
del reducido, lo clasificó cuarto. Quilombos entre las barras, dos muertos, un
presidente que tuvo que desaparecer de la escena. Y estoy dejando tantas cosas
de lado. Tantas cosas de lado, que se estaban superando. Todo hasta que pasó
eso.
Y digo pasó eso, porque ya
terminaba cuando de un lateral llegó un centro al área que fue rechazado como
tantos otros. Y del rebote salió un tiro al arco de vaya a saber quién, que fue a
pegar en las manos del Cabezón Testa.
“¿Por qué tiene que pasar esto?”
pensé y dije en voz alta, o grité, ya no lo recuerdo. Vigliano no dudó. Fue
penal. Acá, en Japón y en el Congo Belga también, nada que reprochar. Pareciera
un revés del destino, una nueva parada que había que superar. No puede ser. No
puede ser que le pase al capitán del equipo: al Cabezón, ese que siente la
verdinegra; ese que la tiene tatuada en el pecho; ese que juega con el corazón,
con ese corazón de león que lo hace tan característico.
Del otro lado el delirio, a un
paso de la salvación. Mientras estaba al borde del llanto, y esta vez de
impotencia, de tristeza, de estar sintiendo como me robaban un juguete de mis
propias cual niño de cuatro años. Al borde de un llanto producto de la
desilusión; de ver como se derrumba el sueño de volver a la B Nacional cual
castillo de naipes que se cae tras un golpe del viento. Ahí vi la película de
los cuatro años en la B metro, del aquel descenso en la promoción contra Los
Andes, del descenso a la BN con Tigre y todo lo que ahora no puedo describir
porque no me alcanza el espacio.
“¿Por qué tiene que pasar esto?”
pensé y dije en voz alta, o grité, ya no lo recuerdo. Era una injusticia. El de
Chaca no entendía eso, estaba extasiado. Resurgían como el ave fénix. Estaban
muertos y nosotros les dimos la vida. Les dimos la chance de la pena máxima, de
un penal en el minuto 49 del segundo tiempo, de una final, en la que podías
sepultar a uno de tus clásicos rivales en la categoría más fea del fútbol
argentino como lo es la b metro.
Imagino que la pelota quemaba,
pocos tienen huevos para agarrar una bocha que pesa 1000 kilos. Pensé que iba a
patear el “Tomatito” Pena. ¿Se habrá cagado? Fue Toledo. Del otro lado, en el
banco, Mario estaba al borde del llanto. Paneo por el sector de la mitad de la
cancha y la Tv Pública lo engancha a Julito (Serrano) tirado en el piso,
llorando. No puede ser, no se puede creer.
Me paré frente a la mesa. Papá
estaba a mi derecha, como siempre. Como en la cancha, como lo era en su época
en la República de Mataderos –hoy vacía- y hoy en la Mercado de Hacienda.
Toledo miró el arco, espero la orden. El corazón que latía a 14000 pulsaciones
por segundo, se detuvo.
Monllor elige su izquierda.
Toledo también. La pelota pega en la mano izquierda, y cuando cae, Dani la
agarra. Dani se adueña de ese balón. Dani no la deja ir. Dani no la suelta. La
pelota queda bajo sus garras, bajo sus tenazas, bajo los tres palos que ya
habían bajado las persianas.
Pegué un salto y empecé a llorar.
Me abracé con papá y con mi hermano, que sufrió como nosotros pese a ser hincha
de Racing. Pasini, dt funebrero, salía corriendo a festejar, pero se vio trunco
cuando una montaña humana abrazaba a Monllor, ídolo de la tarde. El pecho
seguía cerrado. No había rebote, ya había terminado todo. Habíamos vuelto a la
B Nacional. Las lágrimas eran interminables, igual que la alegría.
Marie y Gaby me llevaron al
corazón de Mataderos: Alberdi y Murguiondo, ahí donde esta El Cedrón. Ahí, con
la gente. A abrazarse con propios y ajenos, con conocidos, con amigos, con
todos los que sienten lo mismo por este club. Que en cada abrazo se sienta el abrazo de los que ya no están o de esos a los que uno no ve con frecuencia pero sabemos que a la distancia seguimos bancando la misma parada (cómo olvidarme de vos Pablo. Jorge vos también!) A cantar, a gritar, a festejar, a
desahogarse, a emocionarse. A ver a los jugadores: al Cabezón, a Julito y al Gomito, emblemas de este plantel; al gordo, a Lemos que tiene cuatro pulmones, al paragua Cáceres, al Colombiano Ramirez, a Petro, Kuky, Castaño, a Banegas, Scifo, Lago, Alfaro, Bochi, Escudero, Vinaccia, Drago, Coronel, Barreña, a todos los pibes que están formándose y creciendo en el club y dejo de nombrar porque me voy a olvidar de alguno.
“¿Por qué tiene que pasar esto?”
pensé y dije en voz alta, o grité, ya no lo recuerdo. Pasa porque Nueva Chicago
es así, porque Mataderos es así. Porque esta inscripto en nuestro ADN, en
nuestras entrañas. Es nuestra historia, nuestra idiosincrasia, nuestra filosfía
de vida; nuestro estilo de vida. Si no se sufre, no es Chicago. El fútbol da
revancha, y señores… Nueva Chicago la tuvo. Qué lindo que es el futbol, VIVA el
FUTBOL! Gracias por otra alegría más, gracias Verde de mi Vida!
Nota del autor: Contra cualquier
nota periodística, crónica o el género que más le guste, rompo con la regla básica
de escribir en primera persona. Pero qué más da, ascendimos papá, no me jodas!
Fotos: Glorioso Chicago.