miércoles, 22 de julio de 2009

Gira "Maaamadera" 09'-Algun Q-lo...(Vacas/Gira Pampa-Andando) XIV

**Capítulo XIV: Esperando el impacto **

Estaba juntando las cosas. Estaba de mal humor, por ende me quería ir solo. Vaya a saber por qué cosas de la vida, a Peña se le ocurrió irse también. Necesitaba soledad, viajar solo y sin volver. La presencia de él me perturbaba; no por que fuese él, sino porque no tenía ganas de hablar con nadie. Estaba en crisis conmigo mismo, no sabía lo que quería; el desconcierto, el shock por lo vivido ese día me trataba mal, me tenía como buceando en un mar hirviendo sin fin. Me toqué la frente para intentar medirme la fiebre y no pude: mi mano helada calculaba sesenta grados y no los treinta y ocho o treinta y nueve que en realidad tenía.

Jula bajó a abrirnos y salimos por la peatonal hasta donde pasaba el Zona Sur. Peña estaba con la carpa y unos cuantos bártulos que me llamaban la atención. El colectivo llegó y durante el viaje me contaba el plan de la noche: iba a ir a la playa, poner la carpa y con la guitarra que cargaba en sus espaldas ponerse a tocar. La idea de desconectarse de todo en un primer momento me pareció “rara”, pero ¿qué es raro? Todo depende de quien lo mire, como para mí no era común ni se me cruzaba por la bocha, si me parecía. Si bien necesitaba aislarme, jamás se me cruzó sumarme a su cruzada, quizás también el quería ir solo. Llegados a San Bernardo, se bajó en Kohutek con todo el mundo que se iba de joda, mientras tristemente yo seguía hasta el bunker de Aguas Verdes.

Me bajé como siempre en la intersección de Fragata Sarmiento y Fragata Piedrabuena, y caminé a oscuras hasta la casa. Casa es una forma de decir: era un desorden total. Pilchas tiradas unas arribas de otras, los platos sin lavar, las camas sin hacer, parecía que habían entrado a robar. Histérico como siempre, junté fuerzas y acomodé un poco; agarré la cámara, miré las fotos de toda la travesía y me fui a dormir.

Para variar fui el primero en levantarse. Estaba bien, repuesto, con energías. Esperaba el mensaje de Macarena para ir a sacar el pasaje para volver a Buenos Aires el 31 antes de irnos a Gesell con los chicos porque Pampa y Andando tocaban allá, pero eso nunca pasó. El Puma y Gonzalo agarron la cámara y empezaron a sacar fotos, no se qué se les dio; quizás mientras esperaban por el almuerzo. Pero jamás me dispuse a cocinar, por lo que almorzamos mal, como siempre: galletitas con paté, dulce de leche o manteca, con mate cocido, te o chocolatada; lo que se rescatara. La buena noticia era que mamá me contestó el mensaje que le había mandado pidiéndole plata y me había depositado ciento cincuenta pesos, con los que podría vivir los últimos dos días que nos quedaban.


En fin, Galvan –obvio, por ser dueño del auto-, el Negro, Peña y yo fuimos para Villa Gesell, tranquilos por la ruta, escuchando un cd de inéditos de La Vela y sin hablar durante kilómetros, vaya a saber uno por qué.

No había lugar para estacionar, ¿qué problema, no?
- Estacionalo ahí – dice el Negro, señalando un lugar vacío que justo en frente tenía grande un cartel con una E atravesada con una franja roja. Poco importó que estuviese reservado para un hotel de la calle 109, así que bajamos del Pampa Móvil y nos dirigimos para el parador Las Almas.

Ya estabamos resignados a escuchar “tapados”. Pero como siempre, Pampa Yakuza sorprende en los momentos que menos esperamos. Así, abrieron el show con Escoba Nueva. No lo podía creer. Tampoco podía creer que a Macarena la había saludado como si nada. No se por qué, si fue una especie de táctica o no, pero decidí no dirigirle la palabra; hacer la mía, estar con los chicos, que era lo que realmente me hacía bien. Volviendo a la materia musical y describiendo grosso modo, el parador era una especie de bar dividido en dos: una parte interna y otra externa; con mesas afuera y la banda tocando al aire libre. Sobre las paredes del lugar cubierto, había afiches presentando el show de la noche; la vez anterior era de un tributo a Joaquín Sabina y esta vuelta era de Dagoberto Hernández. Claro, cuando Hernán Saravia hizo mención de los carteles, nadie entendía nada. Resulta ser que el amigo Dagoberto hizo la percusión para Buena Suerte, del primer disco de Pampa (Carnaval para tu desconsuelo, 2003) por lo que reemplazo a Gus Vitale sumándose para esa canción. Andando Descalzo tampoco se quedó atrás e incluyó Caigo en su repertorio, que tampoco la habían tocado a lo largo de la gira (después me enteré que fue por una apuesta que ambos metieron esos temas en sus respectivos sets)


Pero no puedo olvidarme de un detalle. Generalmente, cuando el show esta llegando a su fin, me acerco a los músicos y esta vuelta la que estaba cara a cara a Hernán era Macarena. No se por qué, pero no me gustó. Si bien estaba suceptible, no supe interpretar la situación; no sabía si lo hizo a propósito ya que le había contado la experiencia (narrada en el Capítulo IV Que ingenuo que sos Tincho…”) que Saravia me desafió a cantar con el frente a frente el final de Juntos sin dejar de saltar. No sabía si quería llamar la atención, si pretendía molestarme con eso, pero de una forma u otra ya me estaba alterado.

De todas formas, no le demostré importancia en el momento. Mientras tomaba un poco de fernet en una botella cortada por la mitad, le mandaba un mensaje a Carolina, amiga del colegio secundario que había visitado también el 20 de enero cuando habíamos estado por esos pagos. Esta vuelta en vez de venir con Luli vino con Anita. Caminamos hasta su departamento, pero pasamos por el milagroso cajero automático que llenaría mi billetera y mis pulmones para poder respirar aliviado y continuar con la gira. La vez pasada las milanesas que había hecho Belén, otra de las chicas, duras como piedras resultaron criticadas por mí, por lo que esta vuelta fuimos a la rotisería de en frente a comprar las provisiones.

Con la panza llena, acompañé a las chicas al Circo, camino por la avenida 3 que también me conduciría a Museo Rock. Las dejé en la plaza que tenía la carpa gigante. Caro me dio un beso y me abrazó fuerte deseándome buena fortuna para las horas siguientes y seguí pateando por la 3. Restaban cinco cuadras y presentí en el pecho que algo raro iba a pasar. Así como la noche del 20 se definieron cosas importantes, el presagio no era el mejor. No sabía si era resignación o lucidez, pero me sentía esperando el impacto

// continuará...


Nota del autor: Cada vez falta menos para llegar al final, por Dios!! La foto de los Pampa es del 20 de enero, porque el 29 se me trabó el flash de la cámara y no salía ninguna foto, ni siquiera las de la tarde.

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