**Capítulo VIII: Groupies**
-Ese debe ser un churrero- dije mientras caminábamos apenas cruzando el muelle de La Lucila. Pero mi decepción se materializó cuando era un carrito con el que juntaban basura. Las primeras almas empezaban a poblar la playa, apenas levantados, mientras nosotros volvíamos de la gira de la noche.
La arena comenzaba a pesar en los pies, y éstos cansados se arrastraban con un poco menos de fuerza; la noche se hacía sentir sobre nuestros cuerpos, y las playas vírgenes de Costa del Este y Aguas Verdes, (luego de haber cruzado por completo, transversalmente, la localidad de La Lucila del Mar) veían impresas nuestras huellas, tras tanta quietud y con el sol ya un tanto más elevado que unos quince minutos atrás. Vimos una mansión con cancha de golf y salida al mar, en el medio de la nada. Unas cuantas cuadras sin salida al agua acompañaban semejante obra arquitectónica, y nosotros que no entendíamos nada e imaginábamos lo que significaría tener un refugio así y las fiestas que podríamos llegar a hacer. No obstante, la realidad nos llamaba y nuestros pasos seguían marcando la arena mientras levantaba la cabeza y reconocía esa montaña de arena que tuve que cruzar la tarde que me iba a Mar del Plata, con la bici a cuestas; los chicos también vieron familiares algunos sectores de la playa por lo que decidimos salir y buscar tierra firme.
El estómago ya me crujía y ese churrero que aluciné en la playa no fue el único, me la pasé jodiendo con que tenía hambre. Apenas pisamos Aguas Verdes, vi una panadería pero tenía solamente un billete de cien mangos. Facu, que si tenía cambio, pagó las facturas (y saliendo del léxico correcto digo: “te re cabió Facu!”) y seguimos pateando por Fragata Sarmiento hasta llegar hasta nuestro dulce hogar. Ya en casa, Facu que “estaba pasado de rosca” dijo que no iba a dormir, y con el Negrito decidimos no tomarle el apunte, ya suficiente haber vuelto por la playa; a dormir.
El descanso se prolongó hasta pasado el mediodía. Ya era lunes, arrancaba la semana y Pampa, junto con Andando Descalzo –obviamente- tocaban en Santa Teresita nuevamente. Tomamos lista de quienes iban a asistir esa tarde y solamente tres soldados fuimos para aquellas tierras: Galvan que manejaba, el Negrito Gonza y quien escribe estas líneas. Cargamos la heladerita con una humilde Coca de tres litros y un Fernet Branca (único), y salimos por la ruta para hacer esos 13 kilómetros, creo, que separan Aguas Verdes de Santa Teresa.
El día estaba nublado y como éramos nosotros tres, por primera vez en todas las vacaciones poníamos música de Pampa Yakuza en el equipo del auto. Primer estación de servicio y una parada para comprar hielo, y sin los vasos gigantes de pepsi (paradójico tomar fernet con coca) porque quién sabe Anita Cataldo se había quedado con los mismos. Pagué la bolsita de hielo y unas galletitas bajoneras y rumbo a la playa. Allí mismo nos recibieron los Pampa que estaban con la dura empresa de prender el generador y disponerse a tocar en una de esas pasarelas que van metros sobre el nivel de la playa, dejando al escenario más alto que la gente. Ese público era distinto del que venía siguiendo la seguidilla de shows yakuzeros/descalzos: gente grande y con críos, más algunos adolescentes sueltos.
En cuestión de treinta minutos no más, liquidamos el branca con el Puma y Gonza, y para nuestro asombro, no nos hizo efecto alguno (estábamos “re careta” –me salgo del vocabulario correcto nuevamente-), pero estábamos listos para comenzar nuestras tareas “grupis” de repartir volantes, pedir mails y vender discos a la gente espectadora. El Ruso nos vino a agradecer después del show, y yo aprovechaba para comprarme una remera roja con la leyenda “Tóxico, próximo!” juntando un ejemplar más para la colección.
El agua espantaba, estaba fresco, el sol bajo y tapado por las nubes que no dejaron que el día sea el mejor. Había bastante viento, que hacía flamear la bandera de Pampa con el paisaje playero por detrás, y nosotros cansados de tantas cosas hechas, pero que teníamos que juntar fuerzas para volver a Aguas Verdes, bañarnos y ver qué hacíamos a la noche. Mr Jhon en Santa Teresita otra vez…¿pero todos o alguno se quedará? Igual primero que nada, habría que ver quien iba a ser el afortunado que habría de encargarse de lavar los platos…
//Continuará...
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