miércoles, 18 de febrero de 2009

Gira "Maaamadera" 09'-Algun Q-lo...(Vacas/Gira Pampa-Andando) VI

** Capítulo VI: Message in a bottle… **

Los días domingo generalmente se usan para descansar, o por lo menos cualquier persona con una vida relativamente normal (trabaja, estudia o realiza una actividad regular durante la semana) utiliza el séptimo día –o el primero según el calendario- para hacer nada. A media mañana el ambiente en Aguas Verdes era ese: no volaba una mosca, mientras todos dormíamos; los colchones de aire y camas esparcidas por las distintas habitaciones de la casa tenían su dueño o su ocupante ocasional –dado al movimiento migratorio interno- pero se podían oir las respiraciones profundas de cada uno.


Un ruido me despertó, y fui el primero en incorporarme. A decir verdad, la convivencia era un éxito: no tuvimos problemas de dónde dormía cada uno, de quién cocinaba, de quién barría, ni quien se bañaba primero, mucho menos sobre poner la mesa. No obstante la palabra éxito no se asemeja al concepto de perfección, ni mucho menos. Existía un problema; un conflicto, que nunca llegó a tener una discusión con gritos, pero si a poner malas caras o decir “éste nunca hace nada” detrás de algún vocativo en referencia al individuo al que se apuntaba.


Lavar platos; ni hablar de secar. Qué problema. Se suponía que mi rol de cocinero me dejaba exento de esa tarea que, si bien no me molestaba, es odiosa. ¿Por qué voy a andar lavando platos si acabo de cocinar para ocho, nueve o diez personas? ¿Por qué voy a estar como un gil limpiando, mientras los otros escabian o simplemente hacen nada productivo, estando de vacaciones? Montañas de platos quedaban por la noche cuando nadie se ponía las pilchas de ama de casa, y luego reiniciar por la mañana la discusión nocturna por quién se encargaba de la tarea.


Bien, ya estaba despabilado por lo que me puse a lavar los platos. Lavaba uno por uno y mientras observaba por la ventana como estaba el día: nublado, feo; todavía tenía las secuelas de la noche anterior. La gente se fue levantando de a poco y nos dispusimos a tener nuestro desayuno/almuerzo para ir alimentados a la playa.


Todos a bordo del “Pampa móvil” pero no había lugar para todos, por lo que me subí a la bici y tomé por Fragata Sarmiento derecho hasta la playa. A las dos cuadras el Fiat uno rojo me alcanzó y me terminé agarrando de una de las puertas. ¡Qué linda sensación andar rápido y sin tener que pedalear! Pero no todo era color de rosa. Me tuve que soltar para no agarrar los lomos de burro a tanta velocidad (y si… tengan en cuenta que 20 km/h es rápido para una bici) y más cuando agarré confianza y le dije que sí a Galvan luego de preguntarme si aceleraba; lo subió a 30 km/h y la bici tambaleó y casi me voy al asfalto, por lo que me tuve que soltar, hacer una maniobra, acomodarme y seguir pedaleando por las mías.


Caminamos un par de cuadras por la playa, había mucho viento. Peña dijo que fuéramos atrás de las carpas, pero su intuición fue pésima: una tormenta de arena nos terminó haciendo tener arena hasta en las orejas (por no ser grosero)Veinte minutos de comer piedra erosionada alcanzó para retornar a la casa a comer pan con dulce de leche y tomar la merienda.


La tarde continuó tranquila; la mesa estaba afuera, de manera que estuvimos en el patio/parque casi todo el tiempo…con la guitarra, la melódica, bongó entre otras cosas. “Vamos a fumar algo… ¿o no tenes aguante?” se escuchó por ahí decir a Facu. Debería no contar este episodio, pero si no, no van a entender detalles próximos. Quedaban restos miserables de la noche anterior y no se podía usar la bombilla utilizada vez pasada; “Dejame a mí” dijo Zmutt y trajo una botella de Nestle…palo y a la bolsa. “Qué no va a tirar…vos fijate” punto seguido. Pocos minutos después, vino con un cigarrillo casero que se suponía era de peperina. El negrito entró como un caballo y resultó ser cáscara de banana…


La luz se iba extinguiendo y el crepúsculo deglutía a la tarde que estaba llegando a su fin, trayendo una noche fresca y limpia a manos de todos nosotros. No había Pampa Yakuza ni Andando Descalzo, por eso deberíamos decidir a dónde iríamos (aunque sabíamos varios de nosotros que íbamos a terminar en La Roca). Cada uno se bañó, al tiempo que copaba la cocina y sacaba de la galera un arroz con salsa que todos comimos sin decir ni mú.Pero acá entra una apreciación personal, más de lo que vengo haciendo en el hilo del relato. Las cenas siempre son especiales, quizás porque resulta ser uno de los pocos momentos del día en el que estamos todos juntos. Si tuviera que hacer una selección de los “grandes momentos” de las vacaciones, ese fue uno de ellos. El colo por la tarde se refugió en la pieza de Facu y Rapha para escribir una payada, como suele hacerlo. Sentados y en silencio, nos dispusimos a escucharlo atentamente…


// Continuará…

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